sábado, 4 de mayo de 2013

CRÓNICA: Aquel encuentro con la muerte


Kenner Bracho
kenerbracho2012@gmail.com
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Los rayos del sol abrazador de las tres de la tarde parecían más calurosos que de costumbre. Luego de hacer una interminable cola en la taquilla del banco Mercantil de la Espiga de Oro en Valencia, Jhonny Bracho, el superhombre que me dio la vida, se dirigía a su lugar de trabajo en la Zona Industrial La Quizanda. Había retirado tres mil bolívares, los cuales cambiarían para siempre su vida.

Después de hacer la transacción bancaria, se retiraba rápidamente porque estaba retrasado. El chofer de la camioneta de envíos de la empresa en la que trabajaba aceleró y el próximo destino sería su oficina. Pero no se percataron de que la sombra del mal los acechaba. Eran perseguidos por un par de motorizados que le seguían la pista desde antes de llegar al banco. Después de más de un kilómetro de vía, interceptaron al vehículo.

Al darse cuenta de que eran presa de una emboscada, mi padre junto al chofer se paralizó. En cuestión de segundos pensaron qué iba a ser de ellos, millones de pensamientos se sumieron en la mente de aquel trabajador trajeado de azul: su familia, su trabajo, su vida. El terror se acercaba a la puerta.

Los maleantes ordenaron a mi padre salir del vehículo y entregar el dinero que había retirado hacía escasos minutos. La primera reacción fue negar que tenía dinero, pero el motorizado le aseguró que sí lo tenía y hasta le señaló el lugar donde los había escondido. Viéndose sin más opciones, se resignó a perder aquella suma de dinero. Prefirió su vida.



Los sentidos empezaron a fallar. Se diluía la mirada. Los gritos del chofer diciéndole ¡Aguanta! se escuchaban cada vez más lejos…la vida estaba en proceso de partida. 




En el instante en el que el que sacaba las pacas de billetes de 10 y 20 bolívares del bolsillo, el chofer, preso del miedo e incertidumbre, levantó el pie del croché del carro y éste se movió levemente. Aquella acción representó una amenaza para el maleante. Detonó una bala nueve milímetros en la pierna derecha de Bracho, que inmediatamente fracturó su fémur. Con esta también quebró su vida en pedazos.

Viéndose herido, ordenó al chofer acelerar el paso y no mirar atrás. Los motorizados empezaron a disparar a mansalva, pero solo cuatro balas impactaron al vehículo. Dos de éstas terminaron perforando una arteria de la pierna ya baleada de Bracho. El interior del vehículo se volvió un mar de sangre. Cada latido empujaba el vital líquido hasta la herida de bala. Una hemorragia grave estaba en proceso. Su vida corría peligro.

Los sentidos empezaron a fallar. Se diluía la mirada. Los gritos del chofer diciéndole ¡Aguanta! se escuchaban cada vez más lejos…la vida estaba en proceso de partida. Las demás personas que estaban en la vía cedieron el paso al vehículo baleado y llegaron al centro de salud más cercano. Inmediatamente las enfermeras aplicaron los primeros auxilios, descubrieron la zona de impacto, sondearon y sedaron al convaleciente padre de familia.

Pero el fin de este horror no estaba cerca de terminar. Como el especialista en traumatología no estaba de guardia, ningún otro médico podía hacer nada en la zona afectada. Este hecho hizo que Jhonny Bracho permaneciera en estado crítico durante más de cuatro horas. Ya entrada la noche, el jefe inmediato de la empresa llegó al sitio y pidió explicaciones. Los médicos pidieron disculpas y dejaron ir al herido de bala a otro centro asistencial.

Ya instalado en una clínica privada y atendido por un equipo de profesionales de primera línea, comenzó el período de pruebas para mi familia. Aquella llamada sorpresiva en medio de una noche fría, avisándome de aquel terrible hecho, derribó las bases de una felicidad plena. Interrumpí mis actividades universitarias y dediqué el tiempo a velar por él. Solo, en medio de pasillos vacíos, confundido y asustado, hice a las agujas del reloj mis enemigas.

Más de tres horas duró la operación. En medio del trabajo médico, una hemorragia interna y un paro respiratorio jugaron sucio. Amenazaron con robarle la existencia al ser que más amo, al que me hace ser quien soy. Mi propia vida estaba amenazada. Un montón de preguntas me sobrecogieron, embotaron mi mente; ensombrecieron el entorno y quemaron hasta mis huesos. Las respuestas se ausentaron, no llegaron.

Cuando el médico salió del quirófano, un enorme hoyo se formó en mi abdomen. La pelea entre la vida y la muerte se apoderó de mis pensamientos. ¿Quién habría ganado? Para mi tranquilidad y vuelta del alma al cuerpo, la vida había triunfado. El doctor me dijo que había resistido la operación, pero que necesitaría una extensa recuperación.

Por más de seis meses mi madre, mi hermano y yo cuidamos a mi padre en cama y atendimos sus necesidades básicas. La movilidad de sus piernas se debilitó y llegó el punto en el que tuvo que usar silla de ruedas. Estos fueron tiempos de duras pruebas, pero unidos pudimos superaras. El apoyo incondicional del resto de la familia fue una importantísima ayuda. Durante semanas muchos vinieron a visitar a mi padre, a darle apoyo.

El proceso de recuperación continúo con más de ocho meses de fisioterapia. Durante este tiempo, mi padre recuperó la movilidad de las piernas y también su autoconfianza. Conoció a personas que estaban en peores condiciones e hizo nuevos amigos. En esos días también recuperé la paz que se me había arrebatado. Los días oscuros se habían apartado al fin.

Lo que un día generó lágrimas, hoy representa solo un mal sueño. Tres años después de aquel encuentro con la muerte, la vida sigue. Actualmente mi querido padre sigue trabajando duro por nosotros. Al conversar en familia llegamos a la conclusión de que juntos podemos ganar batallas, incluso aquellas que parecen imposibles de librar.

jueves, 7 de marzo de 2013

OPINIÓN: El adiós a un líder

El presidente Hugo Chávez falleció el martes 05 de marzo de 2012 a las 4:25 pm en el Hospital Militar de Caracas | Foto: agencias |













Por Kenner Bracho
kenerbracho2012@gmail.com
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Estamos viviendo momentos históricos en Venezuela. La fatídica muerte del presidente Hugo Chávez dejará una marca indisoluble en la mente y el corazón de millones de compatriotas que hallaron en él la esperanza de un futuro mejor. Pero también representa la luz al final del túnel de miles de ciudadanos más, que esperaban con ansias la salida del poder del hombre que atrasó al país por 14 años.

Esta escena bipolar en el ambiente, este combate de sentimientos encontrados, estos días de bendiciones y maldiciones para Hugo Chávez genera en mí una sensación de pesadumbre: nubla mi mente, detiene por momentos mi corazón y me bloquea el pensamiento. Sin lugar a dudas soy víctima de la reacción a la muerte del presidente que han manifestado las dos corrientes políticas a las que me niego a identificarme.

Pero cómo no llorar el adiós a un líder que cambió por completo el concepto de país al que estábamos acostumbrados. Una nación que solo figuraba como el Estado tercermundista que necesitaba ayuda de otros países por estar sumido en la pobreza extrema, hoy es ejemplo por haber derrumbado aquel techo de miseria de 55,4 % en 1999 y estar hoy en 27 por ciento.

Son miles de rostros: hombres, mujeres y niños; vidas cambiadas por las misiones sociales que emprendió Chávez con el firme propósito de brindarles una nueva realidad. Personal médico y centros asistenciales que salvaron vidas, que llegaron a los sitios más inaccesibles de ciudades y pueblos, y prestaron atención gratuita. De millones de ancianos que ahora disfrutan su jubilación. Esta es mi propia realidad.

Pero esta no es toda la verdad. Tengo que abrir mi mente y aceptar otras realidades. En todos estos años de gobierno han sido asesinados miles de venezolanos a manos del hampa. Los secuestros y extorsiones han destruido familias enteras. La inseguridad reina ya en el inconsciente colectivo y se cobra miles de víctima a diario. Y más lejos aún de mi percepción, muchos venezolanos tuvieron que marcharse del país por sentirse perseguidos.

Cientos de empresas cerraron sus puertas por expropiaciones, confiscaciones e intervenciones por parte del Estado. Muchos emprendedores, pequeños y medianos empresarios se ven asfixiados por las políticas de “economía socialista” y se ven forzados a reducir personal, producir menos y hasta cerrar por no poder más. Así lo escucho de parte de muchos de ellos. Esto produjo el declive del aparato productor del país; una muestra de ello es la importación del 70 por ciento de los bienes y servicios que usamos y consumimos.

A esto se le añade el actual desabastecimiento imperante, esa búsqueda exasperante de los principales alimentos y artículos de higiene personal que usamos a diario. En pocas palabras, la calidad de vida de los venezolanos ha disminuido. Una dicotomía casi inentendible: somos menos pobres, pues recibimos más dinero que hace catorce años, pero podemos ahora hacer menos con éste.

Chávez siempre buscó el bienestar de los pobres, pero desatendió los demás actores de la vida nacional. Le declaró la guerra a los ricos, a los empresarios, a las élites sociales, a los medios de comunicación privados; a los que iban de vacaciones a Miami, a los que practicaban golf en el Lagunita Country Club en Caracas. Sentenció en todos los aspectos a los que pensaban distinto a él. Instauró un apartheid político dividiendo al país en dos, y dejando a miles más en el medio de la batalla de ideas. Siempre he estado en esta última trinchera.

Chávez mundial
A pesar de todos estos matices políticos y sociales, la estampa del Chávez líder traspasó nuestras fronteras y se transfiguró en toda América Latina y el mundo. Con su bandera antiimperialista, se ganó el favor de potencias como China, con quien pactó innumerables acuerdos económicos; Rusia, aliado estratégico en materia militar y Bielorrusia, con el que mantuvo estrecha relación política. En Latinoamérica llevó la espada de Bolívar desde Cuba hasta Argentina.

Despertó la unión de la izquierda, nunca vista luego de la desintegración de la Unión Soviética. Ideó, configuró y presentó alianzas latinoamericanistas como el Alba, la Celac y Unasur. Estrechó fuertes lazos de hermandad con los pequeños países del Caribe y los ayudó en su desarrollo. Y vio como un ejemplo a seguir a la bloqueada Cuba, país al que confió su salud, en vez que al suyo propio. Entabló una hermandad inquebrantable con Fidel Castro y siguió la línea del Socialismo como modelo político.

En pleno duelo nacional, decenas de países del mundo entero lamentan la muerte del líder de la Revolución Bolivariana, que para mal o para bien, fue un proceso social que cambió nuestra historia. Desde países tan lejanos como India y Vietnam, instalaron altares con su esfinge en alto, como un héroe nacional más. El afán de querer cambiar al mundo le sumo amigos, pero también se ganó enemigos.

Chávez detestó a Estados Unidos por su política capitalista e imperialista. Mantuvo deficientes relaciones diplomáticas con Washington, pero sin dejar de enviarle petróleo diariamente. Los condenó por el mundo entero y culpó por la situación mundial. Quiso reconfigurar la geopolítica mundial apartándose de la tradición de tener a USA como principal aliado, y se abrió a nuevas opciones.

Sus detractores lo desprecian por haber usado el petróleo como medio para comprar a sus aliados, y pensándolo en frío, apartando el dolor a un lado, resultan ciertas estas afirmaciones. Diariamente envía dos millones de barriles de petróleo a cuba y otros millones más a Petrocaribe. Regaló miles de millones de dólares a países amigos como Bolivia y Nicaragua, a pesar de que en Venezuela el sistema de salud pública y de vialidad estaba –y sigue estando- en la decadencia.

No me explico cómo no se dio cuenta, y de haberlo notado, no haber actuado a tiempo para luchar con fuerza con estas deficiencias. ¿Cuántos venezolanos murieron por no haber contado con atención médica en los hospitales tradicionales? ¿Cuántos nuevos centros de salud del sistema Barrio Adentro están ahora sin insumos y sin médicos? ¿Cuántas personas, como yo, que dependen del sistema de salud pública, afrontan las dificultades de tener a un familiar enfermo, y se ven forzados a gastar miles de bolívares en insumos porque no los hay en los hospitales? Una exhalación de resignación mitiga mis miedos.

Es difícil equilibrar mis concepciones humanistas y mundialistas, deseosas de vivir en mejores condiciones, de igualdad social y de oportunidades; en otras palabras, con esa vena izquierdista heredada por mi abuelo y por mi padre -que también es el ideal de Chávez- con las desastrosas condiciones de vida en las que vivimos ahora. De nuevo surge este sentimiento de incertidumbre. Solo lo supero con lágrimas, con deseos de un futuro mejor.

Es quizá por esa condición que me aparté de la política y no quise saber más sobre el polarizado estado en el que se encuentra el país. El silencio se adueñó de mis pensamientos y no quise comentar más mi opinión sobre el tema político. En un país en el que preguntar si estás de acuerdo o no con el sistema político te etiqueta inmediatamente como chavista u opositor, me niego a integrarme a alguna de las dos opciones. A pesar de ser un vulgar ni ni, sí tengo conciencia social y política.

El adiós
Para todas estas está demás decir que admiré las inigualables capacidades discursivas y de liderazgo carismático que poseía el ahora fallecido presidente Hugo Chávez. De su tesón y su inquebrantable fuerza para luchar contra medio mundo que lo odiaba y deseaba su deceso. Lloro amargamente su partida porque ahora el equilibrio de los pueblos oprimidos pierde a un teórico, a un retórico de primera línea, al que puso en primer lugar al otro antes que a su propia persona.

Pero con su muerte paga los sufrimientos de las personas a las que perjudicó. Por eso en el Doral, Miami, miles de venezolanos celebraron su deceso y aspiran cambios políticos en el país. Aquellos a quienes despidió de Pdvsa, que ahora residen en Estados Unidos y Colombia representan una esperanza. Los que se fueron, como dije al principio, sienten que con su partida tienen posibilidades de venir de nuevo.

En nuestro propio país miles de personas no se suman al duelo nacional. Sienten que con la muerte de Chávez ahora se abren nuevos horizontes para el país. Minutos después del terrible anuncio del martes 05 de marzo de 2012, a las 5:25 de la tarde, alguien me dijo que “ahora si vivirás en un mejor país”. Deseo que sea así, que con la partida de Chávez, los caminos de una nueva nación florezcan y nos enrumbemos definitivamente a tiempos mejores.

En este mediodía caluroso, con las imágenes de dos millones de personas dando el último adiós a un líder, conteniendo el dolor de una pérdida irreparable, esperando el turno para ver por última vez al máximo líder de su Revolución Bolivariana y del Socialismo del siglo XXI, me obligo a pensar en el futuro. Cierto amigo partidario de Chávez me dice que “una persona así nace cada 200 años”, le respondo en tono de consuelo que “por lo menos pudimos conocer uno”.


Jueves 07 de marzo de 2012
13:37 horas